lunes, 19 de diciembre de 2011

La uva número doce

No odio la Navidad.
De veras.
Pero todo lo que no es celebración de la luz, no me toca. 
Ni me emociona, ni me ilusiona, ni me siento obligada a corresponder por cortesía. No voy a ser cansina, ni desear hermosas cosas a mis seres queridos más que una vez. Una. Y basta.
Un momento es el momento en el que amanece el sol en el solsticio de invierno. 
Sólo un instante. 
No hace falta más.
Llenaré mi casa de brillo, unos días antes de ese momento; tal vez tres días sean suficientes. Y pensaré en vuestros hogares y los desearé llenos de luz los 365 días del año.
Os juro que tendré un momento para la ternura, que me emocionaré como una niña ante cualquier regalo. Y soñaré regalos para vosotros, esos que anhelais en el fondo de vuestro corazón.
Mantendré la luz de las velas encendidas hasta que las fiestas se marchen ligeras por el desierto, 
como manda la tradición, sin el oro, ni el incienso, ni la mirra 
(ya la habrán desperdigado en las almas de las gentes sencillas, y flotará en el aire de vuestras vidas)
Y os desearé como no, un feliz año a todos con la uva número doce, atragantándome con ella de la emoción de llevaros a todos en mi corazón.
Y todo lo demás, no me toca, de verdad, no me toca...

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