viernes, 23 de julio de 2010

La maldición de Lorelay


El fondo silencioso de un arroyo poco profundo.

Soy en el ojo de un pez. Soy en la burbuja de una planta de agua. Soy en esa piedra.

Soy la imágen desdibujada de un espíritu triste e insatisfecho, que vaga por los ríos y los senderos buscando el amor y la paz. Mi maldición es la de Lorelay. Algunos me han oído cantar y se sienten turbados en mi presencia. A veces los busco y a veces huyo de ellos. La música de mi corazón es un lamento que marchita las flores y nutre las enredaderas que trepan hasta el sol. Al amanecer visten mi imagen minúsculas gotas de rocío y mi pelo se cubre con las telas que las arañas tejieron en sueños, adornadas con perlas de agua.

Al atardecer el viento danza entre mis pies y las hojas vuelan en su respiración.

Los árboles cuentan sabias historias, pero estoy cansada de tanta sabiduría inmóvil. En los días de sol bailo en el claro del bosque, para el ojo del pájaro oculto, pues ya no tengo sombra que mirar.

Eterno deambular, infinito castigo injusto. ¿Podré alguna vez dejar de sentir? ¿Podré alguna vez dejar de amar? ¿Puedes decirme, viajero, si hay descanso en tu pecho? O déjame bañarme en tu mirada...

Octubre de 1993

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