“En unos minutos mis parpados
cerrarán mis ojos, todo cuanto soy quedará en un sueño...” (J.R.M.)
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(Imagen: http://antidepresivo.net/2010/04/15/15-datos-interesantes-acerca-del-sueno/) |
Era consciente de que su ropa de
cama olía a él, aunque no era capaz de percibirlo con claridad. Sólo sabía con
certeza una cosa: aquel era el mejor momento del día, con diferencia. Adoptó
una posición fetal, para rotar la cadera poco después y estirar una pierna. Le
encantaba esa sensación muscular, contrayéndose primero, relajándose después para
deslizarse en el sueño. Disminuyó el ritmo de la respiración y la hizo menos
profunda. Dejó que la mente divagara, sin aferrarse a ningún tema, a ninguna preocupación. Perdía el hilo
de sus pensamientos; no le importaba. La frontera, el paso entre la vigilia y
el sueño, ya estaba cerca.
Soñaba tanto, y era todo tan
intenso, que se acostumbró a vivir una segunda vida en esa tierra sin normas,
en la que el cuerpo no pesaba, podías volar en lugar de andar y las situaciones
por lo general se solucionaban desvaneciéndose. Adaptó su ritmo de vida a un
12/12. Doce horas de vigilia y doce de sueño. Media vida aquí, media en el país
de los sueños.
Después de un tiempo perdió la
conciencia del sueño y la vigilia. El mundo de la vigilia se volvió tan
surrealista que parecía soñado. Aprendió tan bien a controlar las reglas que
rigen los sueños que le parecían vigilias.
Hasta que la conoció a ella.
A partir de entonces aún le
importó menos el mundo en el que vivir. Decidió que donde estuviera ella, ahí
quería estar.
Ella venía a su habitación con la
medicación cada ocho horas.
Y luego, en otro lugar más frágil
y etéreo, flotaban unidos en éxtasis sobre una cama blanca, irradiando luz,
iluminando el mundo.
(Nota: este relato es de encargo y está dedicado al dueño de un corazón que habito, en sala VIP)
(Nota: este relato es de encargo y está dedicado al dueño de un corazón que habito, en sala VIP)
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