Él era diabético. Ella, vampira. Él, camarero. Ella, enfermera. Él, vivía la noche detrás de la barra del bar. Ella, vivía de día en un hospital. Él se alimentaba de cerveza y golosinas. Ella, de sangre que sobraba del trabajo. Y sólo se encontraban al amanecer o en el ocaso.
Él aparecía cansado y se abrazaba a ella. Ella, le hacía un rápido control de glucemia, mordiéndole suavecito, la yugular. Estás un poco bajo de azúcar, resolvía ella. El respondía besándola con lengua, con sabor a regaliz y menta. ¿Quién dijo que dos especies así no estaban destinadas a entenderse?
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